
Tiempo atrás, más de 25 años, siendo yo muy niña mi mamá me llevó a presenciar un espectáculo que marcó mi vida y me proporcionó un momento de plena sensibilidad. Lo recuerdo muy vívidamente a pesar de ser un momento cargado de silencio y prácticamente en blanco y negro. Fue en el Teatro de la Ciudad antes de estar cerrado por tantos años. El espectáculo corrió a cargo de Marcel Marceau quien interpretaba a su famoso personaje Bip. Sé que a partir de ahí sentí una gran inclinación hacia las artes escénicas y particularmente hacia la pantomima. Durante algún tiempo, algo que recuerdo como muy breve, estudié pantomima en la Carpa Geodésica con Rafael Pimentel. Pero siempre, a partir del momento en que experimenté a Bip en escena, no he podido olvidar la magia de la expresión de sentimientos a través del movimiento en silencio y la creación de objetos sin su presentación física... sólo la idea a través del cuerpo en su relación con lo no-existente... y aun así ver que todo está ahí... además la magia de la elocuencia sin palabras.
Hoy llegando a mi trabajo y recogiendo un publimetro me encuentro con una hermosa fotografía de media página en la que se ve a Bip, al pie de la foto se comunica que su creador, el gran Marcel Marceau, francés de nacimiento, murió en se Francia querida a la edad de 84 años.
Afortunadamente fue un hombre que vivió y sintió en su sangre la alegría del reconocimiento mundial a su trabajo, a su creación, nacida de lo que Charles Chaplin y Buster Keaton le inspiraran, reviviendo el arte de la mímica como centro de la expresión. Ahora Bip calla para siempre, pero nos deja el eco de la emoción que representaba verlo en el escenario... nos deja el eco de una voz siempre presente y salida del alma, representada con una cara blanca y un millar de rostros.